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3/25/2008

Conozca un poco más sobre el enemigo público del momento


En 1787 el botánico Jean Poiret publicó la descripción de uno de los mosquitos que había estudiado durante una expedición al Norte de África. Tiene todo el cuerpo cubierto con rayas plateadas, y le pareció tan hermoso que frecuentemente perdonaba sus picaduras por el placer de observarlo. Pero lo que no sabía era que el insecto después se haría famoso como el Aedes aegypti, o “el odioso del Egipto”.
El naturalista amateur Roland Mortimer escribió para “Micscape Magazine: the monthly online magazine of Microscopy UK”, No. 30, abril de 1998, un relato sobre sus observaciones del Aedes aegypti en Río de Janeiro: los machos no pican a los humanos o a ningún otro animal, sino que se alimentan de frutas. Solamente las hembras pican, buscando sangre, que necesitan para madurar sus huevos.

El Aedes aegypti es muy doméstico: prefiere picar a los seres humanos antes que a otro animal, y no suelen internarse en los bosques, como otros mosquitos. Vive muy próximo de las casas, normalmente a no más de una cuadra.

Su vuelo es mucho más silencioso que el de otros mosquitos, tanto que no suele despertar a sus víctimas [aunque prefiere atacar de día, a la sombra, o al amanecer y atardecer]. Ataca por atrás y por abajo, normalmente bajo mesas y sillas, y pica principalmente en los tobillos y pies. Vuela muy rápido (a no ser que esté lleno de sangre) y es muy difícil de atrapar.

Diferente de otras especies, el Aedes aegypti coloca sus huevos en agua limpia, donde no hay otras especies presentes. Puede vivir muy bien en agua con cloro. Los huevos pueden sobrevivir por mucho tiempo en épocas de sequía, cerca de 1 año. No colocan estos huevos en grupos, como otros mosquitos, sino que los depositan bien separados.

Al comienzo los huevos son blancos, pero rápidamente se vuelven negros. Las larvas jóvenes se alimentan de bacterias presentes en el agua y crecen rápidamente, desprendiendo su piel a medida que se desarrollan. Después de unas semanas, o aún más rápidamente si es verano, la larva alcanza el estado de pupa [se encapsula]. Este estado es normalmente corto, y finalmente la parte superior de la pupa se abre como una lata, dejando salir al mosquito adulto. Este mosquito es pequeño comparado con otros, pero si no se lo molesta puede vivir por meses.

El virus del dengue [ó, en algunos casos, el de la fiebre amarilla] permanece en sus glándulas salivales, de donde, sin él saberlo, infecta a los humanos.

Estas impresiones personales tienen el respaldo de estudios científicos:

En su libro “La fisiología de los mosquitos”, de 1963, Alan Clements confirma que sólo las hembras pican. Describe que los mosquitos machos se alimentan primariamente de néctar de flores, en cuanto que los mosquitos hembras requieren una comida de sangre para producir los huevos. Se alimentan usualmente cada 3 a 4 días; en una única comida, un mosquito hembra típicamente consume más que su propio peso en sangre.

Es bien sabido que el Aedes aegypti prolifera en climas calurosos y húmedos. En noviembre de 2005, Richard Russell, Cameron Webb y Neil Davies describieron en el “Journal of Medical Entomology” experimentos realizados en una isla de la Polinesia Francesa. Encontraron que la frecuencia de picaduras por Aedes aegypti iba subiendo si vamos desde el final de la estación seca hasta el final de la estación lluviosa. Confirmaron también que esta especie es de áreas urbanas: en la región norte de la isla, donde están los puertos y aeropuertos y donde se concentra la población local y los turistas, la frecuencia de picaduras era significativamente más alta.

En estudios de laboratorio detallados en 1965 en la revista “Mosquito news”, R. Fay y A. Perry descubrieron que las hembras prefieren colocar sus huevos en el agua de recipientes rugosos y de color oscuro, generalmente en la sombra.

Para estas alturas, ya todos debemos saber que cuando una de estas enfermedades ataca, todo el vecindario corre riesgo. José Ordoñez González y colaboradores detallaron en el “Journal of the American Mosquito Control Association”, del 17 de julio de 2001, experimentos realizados en el noreste de México, en los cuales 400 hembras marcadas y sin alimentar fueron sueltas en un campo, donde había 100 trampas pegajosas posicionadas en un área de 300 m de diámetro. Después de un periodo de 19 días, descubrieron que la máxima dispersión de mosquitos ocurrió a una distancia de 120 metros.

Algo notable es que, efectivamente, esta especie de mosquito desarrolló una preferencia por sangre humana. Wannapa Suwonkerd y colaboradores describieron en el “Journal of Vector Ecology”, de diciembre de 2006, una prueba en que fueron preparadas varias cabañas experimentales en Tailandia. Algunas se dejaron vacías, pero en otras se colocaron a voluntarios humanos como “carnada”, en cuanto que en otras más se colocaron perros. Se soltaron 800 mosquitos marcados, y se vio que la mitad de los mosquitos abandonó las cabañas vacías y las que tenían perros. (La hora pico de salida fue entre las 14 y las 17 horas.) Pero en las cabañas con personas dentro, más del 95% de los mosquitos prefirió quedarse. Se vio también que los mosquitos entran del exterior para dentro de la cabaña entre las 10 y las 12 horas del día, si es que la cabaña está vacía o con un perro adentro, pero si está ocupada por un humano suelen entrar ya antes, entre las 8:30 y las 11:30 horas.

Lo irónico de nuestra situación actual es que, como muestra la ilustración preparada por Duane Gubler (“Trends in microbiology”, Vol. 10, No. 2, febrero de 2002, pág. 100), si miramos al pasado vemos que para la década de 1970 se lograron controlar epidemias de dengue hemorrágico y fiebre amarilla urbana en gran parte de los países de las Américas, gracias a exitosos programas de erradicación del Aedes aegypti. A partir de esa fecha, sin embargo, el programa americano se desbandó y el mosquito “odioso” invadió nuevamente la mayor parte de los países de la región. Así es que ya sabemos lo que tenemos que hacer, otra vez.

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